Temporada de fantasmas


Otro muerto en mi agenda . Otro cadáver de códigos postales, direcciones y teléfonos. Otra defunción de provincias, paisajes y nombres, de acentos y caras, de ojos y lugares; de miserias guardadas en el bolsillo trasero del pantalón.
Así debo enterrarte: viva, respirando aún por el recuerdo empecinado en revivirte a pesar del alivio doloroso que comienza a caminar a tu costado para alejarse; como un perro, parecido al tuyo, al que no le dicen nada pero le quitan la comida, el agua, el techo y sabe entonces, un día -por la sed, por el hambre, por la intemperie- que debe irse.

Cuando dé la vuelta a aquella esquina estaré lejos, voy a poder mirar la colección de tus datos personales sin que esta serpiente se revuelva en un vértigo insano por mi estómago hasta morder el corazón con este ardor imposible de sus dientes imposibles.
(Las serpientes de los corazones y los corazones de serpientes, estos estúpidos silogismos que me llevan al mismo punto de partida. El que no existe.)

Me había jurado no ser dramática, pero soy así, trágica cuando te pienso -o quizás lo sea siempre-, cursi a veces, poéticamente torpe. Pasa que el hueco en las palabras retumba V A C Í O en una música sin voces, ni timbres, sin tonos, porque ya no queda nada. Ni la angustia, ni las ganas, ni la esperanza.

Como a todo lo muerto, palada tras palada, debería repetir, como un exorcismo:
Aquí yace el minúsculo lunar de tu mentón.
Aquí yace la cicatriz de tu muslo derecho.
Y aquí los secretos paranormales que me contabas lejos de la cama.

Aquí la vuelta de Saturno y sus consecuencias.
Aquí yacen nuestras firmas en el registro de los hoteles de media estrella.
Aquí Mr y Mrs Smith.
Aquí las calles de las ciudades que pisamos, el café y las medialunas.

Aquí los colectivos, las terminales, las esperas y los desesperos.
Aquí las cosas que no habría probado sin probarte.

Aquí, yacen tus ojos.


Eludiendo la mentira, las hipótesis y las improbables proyecciones y aunque en cuestión de amores no debería hacerse un balance entre el debe y el haber,-más pareciendo que vos no te quedaste con nada- puedo decir que, hablando de bienes y útiles, has logrado que él me ame más, de forma tragicómica, cuando creo quererlo menos.

Supongamos entonces que me queda un saldo dudosamente positivo a cambio del olvido.

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