Crónicas Hospitalarias



Algunos días, el dolor y la angustia de esta sala de espera es tan grande que es difícil mantenerse entero. Todos estamos igual de fragmentados e igual de colmados y arrebatados por el temor. Los que un día se desmoronan, al siguiente son los que se llenan de palabras de contención y energía.
Todos estamos muertos de miedo por la muerte pero nos colgamos con uñas y dientes de la esperanza.

A veces, aparecen hijos y mujeres de hace siglos a llorar al enfermo, vaya a saber uno por qué, vienen a verlos, acompañados con la policía que intenta mediar en la situación con los actuales deudos - como si los duelos expirasen- por querer
 ser parte de una tristeza que los legítimos dueños del dolor no quieren compartir.Quizás porque el amor es una cadena de círculos concéntricos e infinitos que cerca del final nos atrae a todos cerca, hacia adentro, en espiral, como un embudo, un vórtice, con una fuerza centrípeta de agujero negro hacia la Nada que los vivos debemos equilibrar, para que nada llegue al final. Y esa fuerza y ese dolor, se sostienen con la garganta o con el estómago, y son tan grandes y equilibrarlas es tan difícil que el músculo duele y se desgarra.

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