Los huesos del deseo


Allá los iluminados con sus luces; yo ultimamente ni rimo ni hablo, ni pienso, ni canto lejos del sueño, de la noche, de los relámpagos oscuros naciendo alrededor de mi mente como apretadas raíces sofocándolo todo, desde que crezco tortuosa para treparme a la vida como puedo.

Así es como empujo el aire a mis pulmones, a regañadientes de su flujo ajeno a mí, propio de lo límpido y lo liviano. De lo puro.
Con ese esfuerzo sobrehumano de desempolvarme de pecados, de destejer las espesas telarañas de ambigüedades y lutos, pagando a cuotas el escarmiento, camino este sendero invisible hacia el mismo centro de la incertidumbre.
Porque la música, el silencio, las imagenes del cine, mi ropa, todos mis lugares conocidos están contaminados de recuerdos, es necesario que huya hacia alguna parte, un sitio diferente donde sepa qué paso servirá para encontrarme sin tropezar con los escombros de lo que olvido.
¿Y qué elijo entre las ruinas de lo sabido y lo impensado?

Los huesos del deseo me saben a poco.

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