Poemas























Lo abundante de lo escaso



Cuando se nombra
al pan o al cielo
y se siente en el bocado
un sabor inacabado y maldiciente
y se sigue nombrando: al viento
a su furia y a su calma,
a la tierra, al humus fértil y húmedo,
por instinto creador,
por la palabra arcilla armándose en la boca
tersa y suave.

Cuando se nombra y nos creemos dioses
dioses de lo finito y de lo breve
bebiéndonos las voces del tiempo
por transmutarlas
por tergiversarlas impías
devorando su sentido nuevo.
Cuando se nombra lo innombrable
buscandole los nombres
bautizándolos por defecto
arrebatándole sus cuerpos
a diccionarios y enciclopedias.

Cuando se nombra
la luz en agonía que inspira
y la oscura soledad que abriga,
el desabrigo del exilio obligado
frente a la blanca fiebre del papel
para seducirla y domarla
para marcarle su destino
con las uñas llenas de tinta y sueño.
Cuando se nombra
lo abundante en lo escaso
lo general en lo instantáneo
por puras ganas de resolver las pistas
del verbo no hecho carne,
nos vamos desencontrando constantemente
en juegos ineficaces
de permutaciones y silogismos
sin encontrar nunca el picaporte
de la salida de emergencia.
















Aguijones transparentes


Hay un hueco en mi abrazo y es que faltas
que no es nada un anillo sin un dedo

ni se endulza el café sin el azúcar
ni se refresca el agua sin no hay hielo.

Hay silencio,un espacio... me haces falta
como siempre, y aún más, por los rincones,
que es larga la cadena de aguijones
transparentes que pinchan en tu ausencia.
No sé como explicarte que el sonido
o el sabor con que el tiempo se desliza
es insulso o es gris. Ven, date prisa
que el aire entre mis brazos ya me pesa.




Cascabeles de luna


Ahógame con tus cascabeles de luna
así cuando rompa la tarde su incienso rojo
pierdo la memoria
y mi vientre anudado respira libre en la distancia,
relajada
con el sonido cristalizado en mis ojos...
Mostrame la turbiedad de tus colores
para tatuar el paisaje que miras,
al costado de mi boca,
así huelo a asesinato perfecto.

Habita el crucigrama infundado
de menguantes y crecientes
antes que se rompa esta tarde
en un chasquido de estrellas
para que ningún otro segmento del tiempo
ninguna arista
me reclame tus minutos.

Ahogame, con cascabeles de luna,
impaciente,
antes que el incienso rojo rompa la tarde
y quede tu imágen crucificada
con alfileres de humo
en medio de mi frente.




En espiral


No es amor, es vértigo,

una elipsis
una elipse

enredada en mi boca.
Como se desenreda
tu espiral ajena a la mía

si te nombro y , ¿que me importa
el nombre con que me nombres?,
si te nombro con la voz del silencio

y ni se escucha
ni se ve
y es un fantasma
todo lo intangible e innombrable.

Lo que mi dedo invisible bautiza.





La otra muerte propia


Tengo miedo a morirme y sé que muero
devastada por dentro, enrarecida.
La viciada serpiente me suicida
desde el vientre poluto. No es de acero

la carne y se que expira en embustero
latido sin gobierno. Es la crecida
arborecencia negra, incontenida,
que me muere en silencio. Un avispero

zumbando enardecido va sitiando
el reflejo de agua de mi cuerpo.
Las lágrimas se van multiplicando
en su caída libre a mi garganta.

Es tan frío el temblor que se presiente,
que el peso de la muerte se agiganta.












De fuego blando










Pateo este cartel de prohibido,
que dice que no diga,que te engañe,
que nada hay tras mis ojos de indebido,
que no hay maleza tierna que te arañe

las manos, ni la boca, en lo escondido;
al sol de un fuego blando que enmarañe
la enorme sinrazón de lo atrevido,
bajo una niebla fresca que te empañe

la vista ante lo inútil, te lo digo,
con un abecedario de zirconios:
que está en vilo la calma en mi memoria

y que ya tienen nombre mis demonios,
bautizados por vos, por mí, contigo,
ellos viven al borde de tu historia.





Figurita repetida


La vida sin la vida es un reflejo
que mal imaginado se desploma
por tibio simulacro sin aroma
por ansia sin un beso en el espejo.

Una gota de sangre al azulejo
que cae y no se siente, casi un coma,
una casa sin techo, el mudo idioma
que todos desconocen. Un bosquejo.

Figurita de sueño repetida
que reconduce, a ciegas, nuestra mente
disgregada hacia el punto de partida.

Que la vida sin vida no se siente
sólo duele en el hueco de lo ausente
mientras pisa,vacía, su avenida.



Identikit





















Yo soy la de los abismos,
la visitadora de tu montón de sombras,
la amanecida en plena noche.
Soy la que anda
visitando los burdeles de las palabras
reconociéndolas por su olor,
tocando el sexo de las rimas,
acariciándose el nombre en penumbras.
Aquella y ésta,

la que se asoma a mirarte
al precipicio del sueño,

la que se cae y no se rompe
en el centro de tu centro.

La que hace este identikit
sólo para que la pienses.




Amar es cosa rara


Hablando del amor,qué cosa rara
es esto de perder de un flash el juicio,
ese algo que se pega, un ejercicio
que nunca se mejora ni se aclara.

Tan tonto de explicar: una cuchara
repleta de un sabor no alimenticio
que si se ingiere no valdrá artificio:
uno cae, rendido. Amar depara

el no amar al perderse en un recinto
lleno de incertidumbres y espejismos,
escondiendo las llaves de lo tierno.

Que difícil decir... nosotros mismos,
que cerramos a fuego nuestro instinto,
somos quienes gozamos de ese infierno.




De putas y de santas


De putas y de santas sirve el verso
si es simiente -su centro- la emoción;
del cielo o del infierno si es pulsión,
si es fibra con raíz de lo diverso.
Si es hambre y alimento la palabra,
si es sed innecesaria, entonces: vale.
Si es clara, de tan límpida o macabra,
mientras plena e impía te apuñale.

Se le pide al poeta que transgreda
los límites del plexo y del instinto,
que al leerlo se vea un laberinto,
la savia en el rumor de la arboleda,
el colmillo filoso de un felino,
el profundo azulado de la greda,
la mirada implacable del beduino,
el destello y lo oscuro de la aurora,
lo salado del mar, que lo apellide,
que hable de lo salvaje y de su hora;
que escriba con su sangre...eso se pide.




Ella, yo, mí, me, conmigo



















"...Y tú, que duermes tus silencios

en las afueras de su boca extendida,
la seguirás llamando como a todas:
libélula y susurro, luna de día y tuya,
sin siquiera nombrarla..."

Morgana de Palacios





Ella puede lo que yo no puedo:
encontrar el diapasón turbio de la tristeza
y cantarle,
puede respirarle en la nuca a la muerte misma,
seducirla hasta hacerla pedazos,
cambiar el sabor conocido de las cosas.
Pendulante,
puede mostrarse en holocausto,
inmolarse con rostro de aparecida,
subir todas las escaleras
del pulso, del miedo y de la risa,
pasearse desnuda sobre el césped de la vida,
camaleón e instinto,
lámpara de sombra comiéndose la noche.

Ella
-sublime precipicio-
de garras y uñas suaves,
es piélago salvaje,
esquina de un mar impenetrable
que, oscuro, se libera de la vida.
Es tierra sumergida,
precesión.
Es rastro
y puede lo que yo no puedo:

ser todas.




Para leer en forma interrogativa -como diría Julio-


Dónde cavaré un hueco para los sin nombre,
dónde descansará la última esquirla
vecina a mi dolor.
Cómo cargaré sobre los hombros
las dagas desafiladas, los intentos de matarme,
los árboles de los ahorcados, las cartas de los suicidas,
las huellas de la herida, las confesiones de los traidores,
lo pasado.

Cómo recobrar la inocencia tras lo muerto
si se amarga la visión y se obnubila
la presencia de lo cierto y se confunde
al lobo tierno y manso,
al niño con mirada asesina,
al Edén en llamas de mi infierno.
Díganme dónde se rebobina el ovillo del dolor,
cómo se desempaña el cristal de los ojos
para ver lo rojo, rojo
y sin sangre.



Sobre el punto final















He vivido los carnavales de la ausencia
la búsqueda de los nombres
la austeridad del silencio
viendo siempre del bosque la rama
del mar la gota
las huellas digitales de las manos
las trenzas de cáñamo de las sogas
cerca
infinitamente cerca.

Dispuesta al detalle
así he vivido:
mirando la molécula del polvo
sintiendo el grano de la arena en la pisada descalza
y ahora que lo pienso
en la sangre del corazón
en el músculo que lo impulsa y lo mueve
olfateando las células de mi abismo
la penumbra y los recuerdos -la luz-
el tacto de las pieles conocidas y desconocidas
en sus horizontes intangibles mínimos
bajo la línea diluída del sol
delicuescente
en el miligramo último de la noche y sus cadenas.

Por eso mi epitafio
será breve e inadecuado
escaso
quizás erróneo
y no por haber sido grande
sino porque sobre el punto final
nadie habrá sabido mirarme como yo he mirado
como he vivido todo:
cerca
intensamente cerca.


Comentarios

Anónimo dijo…
Claro que tu epitafio sera erroneo...tú no deberias morir nunca

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