1675 kilómetros


























-Al mediodía: refrigerio, de noche: cena -le dijo la chica de la boletería.


Cena, cena...a ver si adivino: ¿la bandejita blanca de ese material livianito donde se sirven las comidas en los viajes?, lógico: con un vaso de gaseosa sabor a naranja barata, la más barata, que uno se toma como si con eso fuera matando el tiempo, comiéndose las horas mientras siente que el estómago se le va tiñendo de naranja (Dame un pasaje ida y vuelta) y pisa firme marcando el territorio sin saludar a esos vecinos desconocidos que no va a ver nunca más en su vida, a no ser que insistan con caras cordiales e ineludibles.(Buen día, José Misiones. Sí, muy largo el viaje) No, mejor no adivino, que me sorprenda la cena y que alegre mi estómago así abandono de una vez este chicle Diet y mi mandíbula se entretiene con otra cosa y mi lengua con otro sabor.

En definitiva, un viaje es también como irse de uno mismo, visitarse por lugares diferentes, desde afuera y desde adentro. Para eso sirven los viajes, para visitar y visitarse, para conocer y conocerse, como si el cambio, el movimiento del campo magnético terrestre activara la aguja buscadora del norte de nuestra brújula interior. Sentido de orientación. Puras excusas que nos ponemos.
Cuando uno viaja mira, mira distinto, porque está predispuesto a la sorpresa; se deja a las neuronas respirar mejor, a los ojos observar mejor, se deja alcanzar por todos los estímulos, hasta los más sutiles.

Mil seiscientos sesenta y cinco palabras en el camino, el reloj que miente y tu voz arcillosa, de café, de pastillas blancas, de espalda discreta y silencio cuando escribo, mece con tersura el vago cuentakilómetros. Mañana, José Misiones, dejaremos de ser vecinos, este apoya brazos divisorio de cuerpos limitará otros contenidos y continentes; Yo Iguazú, vos Ituzaingó y así, asiento por asiento, los cuerpos adyacentes sin adulterio se irán abandonando.(El año pasado el negocio fue el trigo este año la soja. ¡Qué belleza, tanto campo sembrado!. Una vez yo viajé desde Buenos Aires en tren,es un viaje largo pero divertido: Tres días.¿Tres días, José Misiones?, qué locura. Pero podés comer, caminar, es otra cosa... ¿Querés otro café?. Y dale, total...)

Yo leo a la Pizarnik, vos: sin lentes y tu espalda y el café y yo escribo y vos: sueño discreto y obligado; total te falta menos a vos para llegar, José. Y mañana te vas y yo no te conozco y sí.¿Ya está oscuro,viste?. Mejor, así parece que faltara menos.

Qué viaje largo.
¿Qué mejor que jugar a las asociaciones libres? si ya comimos obedientemente la cena de bandejita de aluminio, calentita, la infaltable gaseosa anaranjada, con sus cubiertos de plástico y tres cafés y todavía quedan mmm.. 11 horas y 50 minutos de estar sentados en el mismo lugar, que es ningún lugar, porque es un contínuo ir, ir e ir y no llegar. Hasta me da un poco de claustrofobia y estos omnibus modernos en los que no se puede abrir la ventanilla a voluntad, ¡cómo si el aire acondicionado fuera oxígeno! y, nada que ver, es aire sintético, aire con olor frío que simula bienestar. Uf, este ambiente cerrado sí que da claustrofobia a pesar que esté fresquito..No pienses,no pienses, porque no hay remedio, no te podés bajar, tenés que seguir y seguir y seguir atrás del camión con cuatro..no: seis luces rojas, y del Fiat, y del otro omnibus que quien sabe a donde va y va y va con un aire tan acondicionado como el de éste.

Parece que todos duermen, en cambio él es casi como yo, es otro punto de luz en la oscuridad de este planeta, de un cosmos de asfalto y caucho. Él es otro portador de la impaciencia de la llegada. Somos los dos únicos puntos de luz, los planetas con luz propia. Lee, muy concentrado, no como yo que también miro a mis vecinos coterráneos de asiento con ganas de buscarme una excusa para escribir y matar el tiempo a pisotones de tinta, como si fueran cucarachas.
José Misiones a mi derecha sería Paraguay,asumiendo que yo soy Argentina; él, supongamos que nos separa el cauce de un río seco y no un río caudaloso como el de la Plata, o mejor, pensemos que se secó el Rio de la Plata y queda sólo este cauce de caucho seco aunque, no sé si se pueda secar el Río de la Plata porque es de cuenca exorréica, creo que así se llamaba... La cuestión es que él, al NE, sería Uruguay, pero entonces José Misiones..José Misiones sería Misiones, sin cauce de río Paraná ni siquiera su cauce seco...
Así son las cosas. El resto de los países duermen o concilian tratados internacionales por un vaso de agua o un café. Parece que Uruguay va a terminar de leer la revista en cualquier momento. Mejor sigo con Alejandra,a tus espaldas, José, y después me duermo. A la madrugada, voy a invadir tu territorio, porque ya va a ser mío José Misiones. Pero, mañana...


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