Las sombras del cielo


A veces las sombras del cielo nacen de los propios ojos. Entender no es más que desenredar las sombras.
El cielo se enreda, los ojos miran lo que se puede mirar y lo que se ve de la sombra es justamente lo único que se ve del cielo.
Dios es el guiño del mundo.
Los sonidos del hambre, de la incertidumbre y del miedo pueden ser los de la sed y de los caminos. Pueden ser los mismos  pero distintos, simultáneamente y cada vez.
Las trampas del tiempo y de la esperanza.
Nada más....y nada menos.

Las raíces de la tristeza permanecen quietas en el centro de las cosas. La música tiene (puede tener) sus amuletos para, descarnadamente, exponerlas a la luz y así dejarnos a merced de nuestra sed más obvia.

Una ciudad, un pueblo, el mundo. El paisaje de la pregunta siempre es el mismo. Ese lugar incierto en el que se sigue caminando con la fe de un niño en medio de su plaza. Por que ¿qué haríamos de los días sin la esperanza? 
Como buscadores de infinitos, siempre es preferible el universo de la duda a la claridad árida y obscena de la verdad.


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