Al cuello del insomnio
Escribir para quererte es hacer trampas y tener miedo. Es buscarse en la saliva azul de la birome lamiendo el papel reciclado, esta vez.
Saco y pongo adjetivos evitando ser escasa o extensa, salteando las normas del equilibrio, colgándome al cuello del insomnio por el costado de la cama que te corresponde.
Ahí estás, dónde no estás. Dónde te suple el aire y un hueco sin flores, porque nadie se ha muerto todavía.
Quiero abrir de nuevo los mapas de los pronósticos esta noche, cortarle la respiración al tiempo para verle de nuevo la cara a la esperanza e inventarte mi vecina de cuerpo y de cocina, de mate y de alquileres.
Juego a creer que el segundero del despertador a mi derecha sincroniza su latido con el que -me imagino- está a la izquierda de tu cama y, entonces, tenemos ese sonido en común, como un marcapasos que nos tranquiliza y nos cronometra, pacientemente, los sueños de tenernos lejos.
Saco y pongo adjetivos evitando ser escasa o extensa, salteando las normas del equilibrio, colgándome al cuello del insomnio por el costado de la cama que te corresponde.
Ahí estás, dónde no estás. Dónde te suple el aire y un hueco sin flores, porque nadie se ha muerto todavía.
Quiero abrir de nuevo los mapas de los pronósticos esta noche, cortarle la respiración al tiempo para verle de nuevo la cara a la esperanza e inventarte mi vecina de cuerpo y de cocina, de mate y de alquileres.
Juego a creer que el segundero del despertador a mi derecha sincroniza su latido con el que -me imagino- está a la izquierda de tu cama y, entonces, tenemos ese sonido en común, como un marcapasos que nos tranquiliza y nos cronometra, pacientemente, los sueños de tenernos lejos.
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