Los Cuentos del Fuego (de lo que quema)


Génesis


I


Lo que pasa con la poesía, y no con la música, es que termina traicionándonos por sus propias palabras. El pez muere por la boca, el poeta también. La zancadilla de intentar decir eso que nos atraviesa el cuerpo de la manera, con el discurso eléctrico, casi mezquino, en que lo piensa nuestra mente y la fisiología -cada curva y pliegue desconocido- del cerebro,con su automatismo y su aparente precisión, es una trampa inevitable. Una mala elección: el idioma incorrecto hacia un destino fallido.

Dios no está en las células de nuestro cuerpo, no es víscera, está en la armonía, en los sonidos, en el aire, en eso que no entendemos que existe pero está ahí, en el vientre de las palabras, en lo intraducible que balbuceamos hacia adentro, no en lo que sale por la boca, tan dicho, tan palabra de unas cuantas sílabas, tan cuantificable, que nos hace mentir, divagar, distorsionar,definir, elucubrar, sólo por ser poetas(ah, los poetas, tan llenos de fe en nosotros mismos, dueños de la carne de la palabra...)
Que quede claro entonces, que todo lo que digo puede ser usado en mi contra y puede no ser cierto.Porque lo que siento al decir definitivamente -o muchas veces- no es lo que termino diciendo. 
Quizás, mi mayor virtud sea esa imprecisión.

Por ejemplo: vos y yo. 
Lo que yo no digo es el espacio que el silencio me regala para mentir que no es amor esto que se me escapa cada vez más por los ojos. Solo verte tatúa un reflejo indeleble del tiempo en mi. Por eso si me callo y lo escribo: miento, porque de alguna manera lo callo y lo guardo solo para mí, luminoso y transparente solo entre mis manos o mis ojos, en el centro de mi corazón; pero si suena la música, todo eso se escapa y queda colgado en ese rincón efímero que creamos del universo. Evidente por un momento. Casi fotografiable.

Y no importa, sabes, aunque vos no me puedas ver así ni yo tampoco pueda desamarte ni desarmarte y después de todo esto buscar los remedos del amor en otros sea la improbable aguja en el pajar, el bicho raro, la excepción a la regla, bendigo la oportunidad de mirarte cada segundo hacer tu magia con todas las cosas, de saberte, de andarte, de conocer cada milímetro aunque sea para otros. Incluso aunque eso duela, porque el camino del amor y el dolor tiene también sus rincones de absurda esperanza donde descansar y perderse algún rato.
Quizás porque éste sea un dolor y una tristeza a futuro, una felicidad hipotecada e imposible de pagar. Pero ahora riego las plantas y huelo las flores y puedo tirarme de espaldas en medio del jardín a escuchar lo que mañana no va a ser mío. 
Vos me hacés llorar pero mañana, cuando no estés, y mientras tanto, la mentira de tenerte, es tan tierna y hermosa. Se parece tanto a la vida que no voy a tener nunca con vos que solo me faltaría poder tocarte...

Es decir, yo quisiera todo con vos, sin embargo, todo es tanto y tan poco. 

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