Los Cuentos del Fuego ( de lo que quema) III

       III


      Era así, nunca tan frío como hoy, claro, porque era octubre y en octubre a veces, es lo que pasa, diría Ángel Gonzalez: las cosas, el tiempo, las cosas. Siempre me pasaron cosas en octubre. Era antes, cuando mi casa era Devoto, la casa de tus abuelos, ese otro lugar al que te gustaba ir, tal vez cálido y seguro, no sé, nunca lo voy a saber. Ese que dejó de ser.
      Los chicos andaban por ahí, nosotras por acá y por allá. La casa era un pulmón enorme donde todos podían respirar a su aire. Un aire claro, inagotable,libre, un aire sano,limpio, brillante, aunque mezclado, algo confuso, vertiginoso, cómplice de algo que todavía no sabíamos, oliendo a noche de verano y a presagios. 
      Ninguno de nosotros necesitaba saber nada. La vida era como era y para mí, eso estaba muy bien.


      -Disculpá, todavía no entiendo esta necesidad de que leas esto, como una película en primera persona -me interrumpió, sacándome el cuaderno de las manos-. Lo que sé es que yo necesito volver a verla desde el principio y no quiero verla sola.
      - Está todo bien, no te preocupes.- le dije.- Cada cuál exorciza como puede sus fantasmas y sus demonios.
      - Me da un poco de vergüenza -dijo mirándome resignada a los ojos, después, bajó la mirada por un rato largo- ser tan obvia... No..- y lo dijo con mucha bronca- haber sido tan obvia todo ese tiempo menos para mí que no tenía idea de lo que pasaba.
      - A cualquiera le sucede alguna vez. La catarsis...
      - ¿Te das cuenta? Estoy yendo en contra de mis principios. Catarsis, me decís...
      - Dejate de jorobar, querés.. ¿Puedo seguir leyendo?
      - No fue una astilla que se puede sacar, ni un demonio que se puede exorcizar, ¿entendés? 
      - Te entiendo, pero creéme que al final todo es así.
      - No quiero que se termine, por eso no puedo hacerla desaparecer de mi cabeza, a la historia. Imaginate que fuera Luciana...
      - No podés seguir contándote la misma historia para que no se acabe. A eso ya lo sabés. 
      - Es muy fácil para vos. No contestaste mi pregunta.
      - ¡Qué tiene que ver Luciana con todo esto! ¿Me dejás seguir leyendo?
      - Ahora ni siquiera sé si sos la persona que quiero que vea la película conmigo.
      - Claro, la nena se encaprichó porque no escuchó lo que quería escuchar.
      - Sos un tarado, ¿de qué me hablás? No entendés nada, ¿te das cuenta?
      Se hizo un hilo largo, interminable, de silencio. Después, le dije:
      - Si a mi me hubiera pasado con Luciana, estaría haciendo exactamente lo mismo que vos, con mucho menos talento, seguramente. Lo único que sé hacer es leer. ¿Más contenta?
      No contestó nada y me devolvió el cuaderno:


      El aire circulaba por todos lados, se movía como una corriente que iba a donde tenía que ir. Fresca, anochecida. Comimos, tomamos cerveza, escuchamos música, inventamos canciones. Hicimos una canción para alguien que ibas a conocer. Nos reíamos mucho. Entonces me dijiste:
      - Hace rato que tengo ganas de besarte pero yo se que después voy a conocer a este tipo y no te quiero hacer mal.
      Creo que me reí. O te dije que la próxima vez que tuvieras ganas de besarme me besaras,que total.No sé. No entendía mucho de nada en ese momento ni mucho después. Me parece que vos también te reíste y con eso, hicimos que todo lo que habíamos dicho aparentemente desapareciera.
      - Ya sé, ¿te animás a sacarme unas buenas fotos para mandarle?
      Yo te dije que sí. 

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